Sed perfectos como vuestro padre es perfecto
jueves, 15 de octubre de 2015
Todos en la vida soñamos con alcanzar
una meta, esta idea es lo más parecido a intentar alcanzar la perfección en la
vida. Como forma de llegar a nuestra meta Jesús nos anima a ser perfectos.
Imitando las palabras del Levítico, “sed santos como yo soy santo” Jesús nos propone
“Sed perfectos como vuestro padre es perfecto” (Mt 5,48). Con esta frase somos
invitados a la perfección para imitar a Dios.
Alcanzar una meta o un sueño puede
ser el resultado de un duro camino en el que nunca nos vale el resultado que
hemos obtenido. Los discípulos de Cristo al igual que nosotros en nuestra vida,
deben progresar en el amor. “Y lo que pido en mi oración es que vuestro
amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento (Flp 1,9). Por eso nuestro camino en la
vida no solo es conseguir un buen trabajo, un buen status social, un buen
coche, una buena casa. En nuestro camino en la vida debemos plantearnos como
objetivos seguir progresando como personas, adquirir conocimientos y don de
vida. Encontrarnos como personas es una perfección que no acaba nunca, es un
camino sin fin, “No que lo tenga ya
conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo
alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.”(Flp 3,12). Perfeccionarnos
en nuestra carrera profesional ¿Estudio la carrera que me gusta o con la que
voy a ganar más dinero?, en nuestras relaciones con los demás, progresar con la
lectura de nuevos libros, con la visita a nuevos lugares.
Jesús
nos llama a la perfección, pero durante este camino nos podemos sentir atraídos
por la idea de superioridad, sed mejores que el resto, mirar por encima del
hombro, alzar la vista sobre el hermano que ha elegido otro camino, sentirnos
vencedores del pecado y señalar con el dedo y huir del pecador, son solo algunos
de los caminos que nos llevan a la soberbia. Debemos renunciar a
enorgullecernos con nuestro éxito personal, pues solo en la humildad
encontraremos éxito. Llegar a la humildad también requiere un esfuerzo, un
camino al que no todos están dispuestos a llegar o no son llamados a andar. “«No
todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido.”
(Mt 19,11). El camino de la humildad requiere aun si cabe más esfuerzo que la
senda por la que alcanzar nuestros sueños, es fácil salir del camino de la
humildad.
En nuestro vida, el esfuerzo no está
exento de sufrimiento, con los siglos el pueblo de Israel ha padecido y
sufrido, sin embargo ha salido siempre victorioso aquellos que se han entregado
a Dios. Dios siempre escucha a su pueblo y nuestro sufrimiento, nuestras
lamentaciones son oídas con misericordia por un Dios que se apiada de sus hijos,
“los israelitas, gimiendo bajo la
servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud,
subió a Dios.” (Ex 2,23.). ¿De que valen nuestros avances en la vida sin
sufrimiento? ¿Qué apreciación tendríamos de las cosas si fueran gratis? El
sufrimiento incluido en el designio de Dios, es una prueba de alto valor para
probar a aquellos que están dispuesto a no perecer, sufrieron Job y Tobías. La rebelión
de Jeremías se convierte en una conversión. “Si te vuelves porque yo te haga
volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como
mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos.”(Jer 15,19).
Si
nuestro sufrimiento en el trabajo, estudios o la propia vida nos conlleva unos beneficios
de los que nos sentimos orgullosos ¿No ocurrirá lo mismo con nuestra fe? “Ya
que sufrimos con él, para ser también con él glorificados” (Rom 8,17) No
solo debemos creer en Cristo, sino también sufrir con él. El sufrimiento va implícito
en el esfuerzo, pues de lo contrario no se llamaría esfuerzo. Debemos sufrir,
alcanzar nuestra meta en un camino fácil es llegar a una vida vacía.


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